7 ene 2014

Rush (2013)

Mi fascinación por Niki Lauda viene desde muy pequeño. En mi casa gustaba la Fórmula 1, y mi padre me contaba mil y una historias, entre otras cosas, de los "coches de fórmula". Tenía una colcha en la cama con un montón de coches dibujados en la que ponía PORCHE en vez de Porsche… Era una época de coches legendarios, los Lotus negros y dorados de John Player Special, los Williams blancos, los Tyrrell de 6 ruedas de Elf, los Ligier azules con la aleta de tiburón y Gitanes en los laterales, los McLaren con su invariable publicidad monográfica de Marlboro, los Brabham de Parmalat… Una época con pilotos legendarios como Lauda, Hunt, Andretti, Regazzoni, Patrese, Scheckter, Fittipaldi, Pironi, Villeneuve, Lafitte…  Una época en la que los coches de Fórmula 1 se parecían a los coches de calle mucho más que hoy en día. Pero mi devoción incondicional por Niki Lauda vino cuando leyendo el cómic Grand Prix 1979, protagonizado por mis héroes, descubrí en la ficha de pilotos que Lauda había nacido el mismo día que yo: el 22 de febrero. Cosas que a un niño le producen fascinación y que guarda en su cabecita como información valiosísima. Ese hecho lo convertiría en el piloto favorito de mi niñez, y la truculenta historia que me contó mi madre sobre su accidente en aquel gigantesco circuito de Nurburgring (hace muchos años que la F1 se corre en una versión acortada del mismo) que discurría en mitad de un espeso bosque, marcaron definitivamente mi adoración por el austríaco. Me convertiría en seguidor suyo hasta su retirada a mediados de los ochenta. Y después de su retirada, cuando pasó a dedicarse a otra de mis pasiones y fundó Lauda Air, una compañía aérea.

Como lo que sigue es parte de la historia, no sé si considerarlo realmente spoiler. ¿Es spoiler decir que en una peli de la Segunda Guerra Mundial pierden los alemanes o japoneses? Pero en cualquier caso, continúa bajo tu responsabilidad.

El hecho es que cuando apareció Rush (2013), aunque cada vez veo menos cine del llamado comercial, no pude resistirme, por narrar la película la historia de aquel año de 1976 que James Hunt y Niki Lauda vivieron peligrosamente. Aquel en el que Niki dejó de puntuar en tres carreras impidiéndole revalidar el campeonato del mundo de Fórmula 1 y que finalmente se llevó Hunt por los pelos. Aquel en el que Niki tuvo el accidente que marcaría definitivamente su vida y su carrera, (perdió el título mundial, y Ferrari se deshizo de él, que pasó a correr los Brabham con los colores de Parmalat).

La imagen que siempre tuve de James Hunt se ha dado algo de bruces con la mostrada en la película y me ha traído a la memoria los antecedentes de Ron Howard con su contestada representación de John Forbes Nash y su realidad en A Beautiful Mind (2001). No soy su biógrafo (ni mucho menos) pero siempre tuve a Hunt por un bromista amante de la buena vida y no tanto por el chulo agresivo interpretado por Thor Hemsworth.

La interpretación de Daniel Brühl como Lauda me parece magistral. El inglés con acento alemán (no le habrá costado mucho) consigue una inmersión perfecta que unida a su caracterización hace que a veces se dude de si tenemos delante a Brühl o al propio Lauda.

Del resto del reparto poco puede decirse ya que tienen un papel poco menos que testimonial. La película es en sí misma un duelo entre Brühl y Hemsworth. Las escenas de carreras son trepidantes

En definitiva me ha parecido una cinta bien documentada y excelentemente dramatizada por Peter Morgan, que tiene en su cartera los papeles de The Queen (2006) o The Last King of Scotland (2006), además de alguno otro fiasco perfectamente obviable como Colditz (2005), todo sea dicho. Con un tratamiento muy elegante de un tema que podría haber servido para cebarse en el morbo del accidente y sus secuelas a lo Scorsesse. El ritmo va in crescendo hasta el final dejando un exquisito sabor de boca con su conclusión. Una película que no necesita ser un fanático de la Fórmula 1 para ser disfrutada y que conseguirá emocionar a más de uno con una historia sin buenos ni malos, sin la moralina a la que estamos acostumbrados, y que simplemente muestra el respeto que surge de la sana rivalidad entre dos personalidades radicalmente contrapuestas de dos competidores del más alto nivel.

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