15 oct 2012

No es un problema político

Desde hace ya algún tiempo oigo con fuerza creciente un clamor en contra de la clase política, en el sentido de su ineficacia en el mejor de los casos, y corrupción, chanchullería, egoísmo y alejamiento de la realidad ciudadana en el peor. Y es totalmente cierto que nuestra democracia adolece de (entre otras muchas cosas) una pésima calidad de la política y la clase política. Pero ¿realmente es un problema de nuestra clase política?
Pues no. No es un problema político. Es un problema social en el más amplio sentido de la palabra. Todos los políticos que hemos tenido, tenemos y tendremos han salido de la masa social de este país. Y es ese el caldo de cultivo donde se genera la podredumbre que, una vez madura, llega a las instituciones políticas de la administración y allí macera. No tenemos una sociedad de personas honradas que al ocupar un escaño se corrompen ipso facto. Lo cierto es que la corrupción está a la orden del día en todos los estamentos de la sociedad. Desde Fabra o Camps hasta el fontanero que hace trabajos sin factura, o el dueño de un bar que declara la mitad de lo que ingresa en caja. Tampoco tenemos una sociedad de eruditos que se aborregan al ocupar un escaño y legislan sobre asuntos de los que tienen poco o incluso ningún conocimiento.
La incultura reinante es culpa sólo en parte de una política educativa errática, unos planes de estudios desastrosos y sumada a una desinversión progresiva en el sector de la enseñanza. Pero esto es sólo parte del problema. La sociedad en su conjunto no valora el conocimiento, y los programas de televisión insustanciales tienen un éxito arrollador y una demanda insaciable. Por otro lado, los generadores de contenidos tampoco parecen muy interesados en proporcionar contenidos culturales en una pescadilla que se muerde la cola. La gente está idiotizada porque la tele emite estupideces, y la tele emite estupideces porque la gente idiotizada es lo que demanda. La ñoñería institucionalizada e hipersensibilidad hace que el la serie satírica Little Britain, producida por la televisión estatal británica, en la que no se deja títere con cabeza, sea un escenario casi de ciencia-ficción en España, además de decir mucho de la salud crítica de británicos y españoles.

La falta de vergüenza es el denominador común, y nuestros políticos, como buenos españoles, no tienen vergüenza en seguir en sus cargos a pesar de estar imputados. Que tras haberse oído las conversaciones telefónicas entre Camps y "el Bigotes" Camps no se haya retirado a hacer vida de anacoreta e incluso tontee con la posibilidad de volver a la vida política dice mucho también de la salud democrática no de este país como ente abstracto, sino de todos y cada uno de los españoles que lo toleran. Casos como el de Camps han sido paradigmáticos al poner de manifiesto no sólo una trama de corrupción política sonrojante, sino también el de un jurado popular que ha demostrado no tener vergüenza alguna al manipular los instrumentos de justicia para poner en libertad a un corrupto al que pruebas telefónicas culpabilizaban de manera obscena. El jurado del caso Camps fue un excelente botón de muestra de lo que sucede en esta sociedad aborregada que lleva el forofismo del omnímodo fútbol a cada recoveco del paisanaje, eliminando toda capacidad de juicio y convirtiendo a cada ciudadano en un zombie programado para defender hasta la muerte a un equipo de fútbol, un partido político, una cuestión religiosa y casi cualquier otro aspecto de su existencia sin capacidad alguna de abrir su mente a nuevas ideas. Sin capacidad alguna de debatir. Zombies que son capaces de zanajar una discusión diciendo "yo sé que tienes razón, pero prefiero seguir pensando como hasta ahora" (es un caso real).

Y cuando esos entes sociales ascienden al panorama político simplemente ponen en los medios la realidad social, como su monumental incultura o falta de coherencia (por no hablar de casos escandalosos como el de López i Chamosa). Pero ¿realmente sería un problema político si los que tienen la última palabra en las urnas no les votasen? Si esta panda de incultos y mangantes ocupa escaños es porque los españoles, la masa social de zombies, les votan.

 El problema de España no son sus políticos. El problema de España son los españoles.

1 comentarios. Deja alguno tú.:

Estef dijo...

SI SEÑOR. Ya era hora de que leyera en algún sitio algo así. En mis clases de Teoría de la Sociedad hablamos continuamente sobre este tema.
Estás muy en lo cierto y me ha encantado ver que hay más gente fuera de las aulas (de filosofía) que ve que el problema, y la crisis es social.

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