23 sept 2010

Ética y toros

El tema de los toros está enormemente agitado y surgen por doquier debates sobre ello tanto en foros amplios (prensa, radio, televisión) como en petit comitée en bares, reuniones familiares y demás. Contrario, como soy, a la tauromaquia, voy a hacer sin embargo de abogado del diablo por coherencia personal, ya que algunas de las voces que alzan los que debería considerar mis correligionarios me parecen endebles cuando no erróneas.

Dejando a un lado el atractivo argumento lorquiano del hombre contra el toro, desnudo y a la luz de la luna, que supone, sí, un enfrentamiento de igual a igual y que puede incluso contemplarse como una lucha atávica y hasta atractiva, lo cual no es la tauromaquia, habremos de hablar de lo que sí es la mal llamada fiesta nacional.

Esgrimir como argumento los derechos de los animales es algo tan débil que se cae por su propio peso, ya que los animales no tienen derechos, sino aquellos otorgados por los seres humanos. Ni siquiera las personas tienen derechos inalienables, toda vez que los llamados Derechos Humanos no son sino derechos otorgados a ciertos seres humanos (pasó mucho tiempo hasta que se reconocieron los derechos de los negros) por otros seres humanos en un momento determinado (o mejor dicho, en un proceso que aunque hunde sus raíces en el Ius Gentum romano, arranca realmente con Francisco de Vitoria y su De Indis, base del Derecho de Gentes, aunque esto es otra película). Así, siendo los humanos los que otorgan derechos, sea a otros humanos, sea a los animales, y con las cifras en la mano (300 asistentes a la última manifestación contra el toro de la vega en Tordesillas, y 30.000 espectadores al evento del sacrificio de Platanito), parece evidente cuáles son los derechos que los humanos desean mayoritariamente conceder a los animales, o cuando menos, a los toros.

Tampoco es un argumento demasiado eficaz decir que los toros “no quieren” ser toreados (o lanceados, asaeteados o cualquiera otra cosa de cuantas que se hacen con ellos), porque como dice Fernando Savater en su Tauroética, probablemente el caballo tampoco quiere ser domado y montado, ni el mulo tirar del carro, ni al cerdo le apetecerá ser convertido en salchichones. Pero aún se puede ir más allá, ya que probablemente una sardina no se preste de buen grado a ser capturada por una gaviota, ni un conejo por un halcón, ni una gacela por una leona. E incluso podemos retorcer más la cuestión, ya que dado que nadie ha preguntado jamás a un toro si quiere o no ser toreado, cabría —no veo por qué no— que al toro le placiese dicha actividad. A fin de cuentas conozco a personas que gustan de hacerse daño o que se lo hagan otros y no creo que nadie esté en posición de afirmar con rotundidad que el masoquismo sea patrimonio exclusivo del homo sapiens.

Llegados a este punto, el argumento más sólido que a mi juicio puede utilizarse es el de la ética ya que si bien es discutible la voluntad del toro, no lo es la ética del torero o la del mero espectador. Desde el punto de vista ético, no parece muy lícito regocijarse en el acto de la lesión ajena, ya sea inflingida a otro ser humano, ya sea a cualquier otro ser vivo. Es este un argumento no animalista, ni ecologista, sino puramente filosófico y humano. Es la ética lo que nos diferencia del resto de seres vivos y es precisamente lo que nos caracteriza como humanos, por lo que actuar de un modo inético nos deja automáticamente fuera de la consideración de humanos, pasando a la categoría de bestias.

2 comentarios. Deja alguno tú.:

Aída dijo...

Eso sí que es gimnasia con la materia gris, no lo que hacen algunos..

Unknown dijo...

Buen post. En general me parece correcto tus argumentos pero tu justificación para descartar derechos animales es extraña por decirlo de manera suave.

No soy jurista pero los derechos no inalienables y son por naturaleza. Las mujeres y negros siempre fueron personas y tenían derechos pero se los tenían por inhábiles, incapaces de hacer usos de estos.

Los animales son entidades sensibles, capaces de sentir dolor y estrés, si bien no son conscientes al nivel de un humano y no pueden ser considerados personas, al igual que los fetos no nacidos no son considerados personas en la mayoría de las legislaciones.

Tu argumento ético es incompleto si no se considera el hecho de que los animales son seres sensibles y con cierto poder de pensamiento, por lo que es incorrecto sentir placer sabiendo que se produce dolor y daño a otro ser.

El derecho a la integridad física y emocional es lo que hace una conducta no ética hacer sufrir a los animales. Sin esto se podría decir que sentir placer destruyendo un mueble es poco ético.

Espero que tomes para bien el comentario.

Saludos.

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