8 jul 2008

El dilema de la esperanza cuántica

Hay veces en la vida, en las que hay una esperanza tras una puerta que, de existir, si abrimos la puerta, se desvanece. Si no la abrimos, no sabremos nunca si existió o no. Si la abrimos, jamás sabremos si la había y se desvaneció, o si jamás estuvo allí. Es un dilema sin solución que sólo puede conducir a la locura.

El principio de indeterminación, enunciado por Werner Heisenberg en 1927, establece que no es posible conocer, a la vez, la velocidad y la posición de una partícula. Si queremos conocer una de esas dos variables, habrá de ser en detrimento del conocimiento de la otra. Este principio se extrapoló con posterioridad a otros pares de propiedades físicas que no se podían conocer de forma conjunta. Este fue uno de los pilares sobre los que se edificó la mecánica cuántica. A esto se sumó, pocos años después el principio de superposición cuántica, que venía a decir, en lenguaje llano, que una partícula podía estar en dos lugares a la vez. En realidad, siendo más exactos, la partícula está, mientras no la observemos, en todos los lugares en los que podría estar, con distintos grados de probabilidad. Y sólo al observarla, se fijará su posición. De nuevo, este principio es también extrapolable a otras muchas propiedades, no sólo a la posición, claro. En base al principio de superposición, Schrödinger enunció su famoso ejemplo del gato.

Según el ejemplo de Schrödinger, se colocaba un gato dentro de una caja de madera. En la caja de madera había una botella o ampolla que encerraba un gas venenoso. Y había un perverso y sofisticado dispositivo, dotado de un único átomo radiactivo, con un 50% de posibilidades de desintegrarse en un período de tiempo determinado: Pongamos un minuto. Si el átomo no se desintegra, no pasa nada. Pero si se desintegra, se produce la ruptura de la ampolla, el gas venenoso escapa, y el gato muere. De acuerdo con el principio de superposición, al cabo de un minuto, el átomo estará, a la vez, desintegrado y no desintegrado. Y por consiguiente, al cabo de un minuto, el gato estará, a la vez, vivo y muerto. Siendo estrictos con la mecánica cuántica, sólo en el momento de abrir la caja para mirar dentro, se producirá un decaimiento cuántico, el átomo adoptará una de los dos posibles estados (desintegrado o no), la ampolla adoptará uno de los dos posibles estados (rota o entera) y el gato adoptará uno de los dos posibles estados (muerto o vivo).

1 comentarios. Deja alguno tú.:

Mademoiselle Boheme dijo...

Hombre sabio.
Te inspira la melancolia. Ojala te encuentres mejor que la ultima vez que hablamos. Espero que se hayan dado cuenta de lo mucho que puede llegar a amar un lobo estepario...

Me es muy dificil seguirlo, pero me encanta (tengo menos neuronas). En cualquier caso, yo soy de las que abren las puertas un poquito y se asoma con cuidado.

Saludos y animo.

Veo que ahora no te gustan los anonimos... me veo obligada a dejar un nombre (no me gustaria ofender al ancient vampire).

Fdo. Tu amiga Misifu

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