6 nov 2007

La magia de Kom Ombo

Marcas de Kom Ombo
Una de las cosas que más me sorprendieron en mi visita nocturna al templo de Horus y Sobek en la antigua Ombos (hoy Kom Ombo) fueron unas curiosas e inusuales marcas realizadas en las paredes de arenisca. Eran pequeños surcos verticales de unos 30 centímetros de longitud y forma ahusada, y en ocasiones de hasta 5 centímetros de profundidad, y se veían en gran número, y principalmente en la fachada principal del templo que daba al patio abierto. Probablemente los hubo también en el pilono de entrada, aunque hoy en día se ha perdido por completo esta parte del edificio. Era evidente que las marcas no estaban producidas por el viento, agua o arena.

El templo de Ombos, dedicado a Horus y a Sobek es el único templo egipcio conocido bajo la advocación de dos dioses. Por ello, presenta una curiosa estructura simétrica que hace de él en realidad un templo doble, o dos templos adosados. Tiene (tuvo) dos puertas en el pilono de entrada, dos puertas entre el patio abierto (primera sala hipóstila) y el patio cerrado (segunda sala hipóstila), dos puertas hacia el santuario y dos altares. Los templos egipcios tenían, además de su cometido sacro, funciones de índole administrativa o institucional, y concretamente el templo de Ombos fue lo más parecido a lo que hoy llamaríamos un centro de salud. Allí se reunían sacerdotes, curanderos, sanadores, médicos y cualquiera que dijese tener capacidades terapéuticas, para pasar consulta y ganarse la vida. Sea como fuere, muchos de los que se acercaban al templo con alguna dolencia salían curados o paliado su mal en el peor de los casos, y con el transcurrir de los años el propio templo acabó acaparando la fama siendo tomado por un lugar mágico. A aquellas viejas piedras la gente acudía a pedir a los dioses incluso mucho tiempo después de que el último sacerdote hubiese abandonado aquel lugar. E incluso cuando la arena comenzó a enterrar inexorablemente el edificio, los peregrinos seguían acudiendo ante aquellos muros a tocar con sus manos, día tras día, año tras año esperando impregnarse de la magia legendaria que desprendía aquel lugar y que, según habían oído, era capaz de sanar. Y siglos de caricias de fieles y creyentes acabaron conformando aquellas marcas verticales en los muros, y sin orden ni concierto en el suelo de granito y alabastro del patio.

Con el tiempo, estas noticias llegaron río arriba hasta Siena, y a las afueras de dicha ciudad, en la isla de Filae, la gente comenzó la misma práctica en el templo homónimo, bajo la advocación de Isis, si bien las marcas de Kom Ombo son más numerosas y profundas.

Nota: Como he tenido la misma discusión con mucha gente, a quien no crea que el sobo de los peregrinos puede socavar la roca arenisca al cabo de unos miles de años, le invito a observar el efecto producido por los besos de los fieles en la columna de mármol verde sobre la que está la imagen de la Virgen del Pilar, en Zaragoza, en tan solo unas centurias.

2 comentarios. Deja alguno tú.:

Anónimo dijo...

...o el troque en Santiago

Anónimo dijo...

también tienes huellas desgaste en Luxor,por ejemplo en el deambulatorio y en muchos otros templos.Algunas son recientes porque los egipcios actuales siguen valorando el poder salutífero de las piedras que forman estos antiguos lugares sagrados
Igualmente hay estatuas, como algunas de Amenhotep hijo de Hapu como escriba que se hallaron en Karnak, que tienen los jeroglíficos del papiro desgastados por lo mismo
Mercedes

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