14 jun 2005

Abocados a la autodestrucción

Ya no me cabe duda. Estamos alcanzando un grado de tontería que sólo nos puede llevar (afortunadamente) a la destrucción masiva de nuestra civilización, quedando sólamente algunos pueblos de Polinesia con más sentido común que nosotros (como esos que follan en público tranquilamente pero luego se esconden en privado para comer, lejos de miradas obscenas que les vean masticar). En el enlace que cito en el título, se narra la aventura de una buena mujer (Zee Hemlick) cuando llevó sus fotos a "revelar" (si puede emplearse este término en fotografía digital) y se encontró con que el empleado de la tienda no podía entregarle algunas de sus fotos, porque eran demasiado buenas y por ello, automáticamente eran sospechosas de ser fotos con copyright de algún fotógrafo profesional. Inútiles resultaron los ruegos y súplicas de la señora que quería sus fotos. El empleado se mostró tajante.

Lo que se desprende de esta rocambolesca historia me deja atónito. Las leyes vigentes que protegen el copyright establecen que puede condenarse a todo aquel que ayude a infringir la propiedad intelectual, incluso sin tener conocimiento de su infracción. Así, un púber empleado de 17 años de la tienda de fotografía usa su juicioso criterio para establecer con su ojo clínico, qué fotos pueden ser de un profesional, y por tanto meterle en un lío a él y a la tienda en la que trabaja. De ese modo, los aficionados sólo pueden hacer fotos malas, claro. Si un aficionado resulta que hace fotos buenas, no vale. ¿Y si un profesional no es famoso y no le conoce el de la tienda, tampoco vale? ¿Y si un profesional hace un par de fotos "profesionales" entremezcladas con unas fotos familiares, tampoco vale? ¿Y si un aficionado le pide a su amigo profesional que le haga una foto, y sale fenomenal? ¿Y si el amigo profesional le dice a su amigo aficionado "oye déjame la cámara que estoy visualizando una escena digna de Pulitzer"?...

Se me va mucho la olla.

Esto me recuerda un huevo a "Un Mundo Feliz" de Aldous Huxley (cuyos derechos de autor están a puntito de caducar y el libro pasará, afortunadamente a ser patrimonio de la Humanidad). Y como en el libro, si eres un fotógrafo Alfa, puedes hacer buenas fotos, pero si eres un aficionado Delta, es inconcebible que hagas buenas fotos y por tanto te han de ser confiscadas. Y esto es algo que va in crescendo, ya que poco a poco cada vez son más las leyes que claramente atentan contra la máxima del derecho romano in dubio pro reo. Sin ir más lejos en nuestra piel de toro tenemos el famoso "canon" de la $GAE, que parece idea de Antoñita la Fantástica, y que viene a sustentarse del siguiente modo:

$GAE: "Como usted va a copiar los discos de música, por si acaso le hacemos pagar un sobreprecio con cada CD virgen que compre."
Sufrido Usuario: "Oiga oiga... que yo los uso para guardar mis fotos del veraneo en Cancún."
$GAE: "Ah, se siente."
Sufrido Usuario: "Oiga oiga... que es que además los CDs que me compro en la tienda de discos traen protección contra copia, y aunque quisiera tampoco podría copiarlos..."
$GAE: "Ah, se siente."
Sufrido Usuario: "Oiga oiga... ¡¡que usted me está tomando por delincuente antes de que yo mueva un dedo!!"
$GAE: "Ah, se siente..."


¿La última de la corporación $GAE-Antoñita la Fantástica? Cobrar el canon también por los discos duros... No os preocupéis que dedicaré a esta gentuza una entrada en el blog.

El problema es que estamos, como Sociedad, como Civilización, enfangándonos en un entramado jurídico-moral, entre estas chorradas y lo "políticamente correcto" (ya me despacharé a gusto en otra ocasión), que realmente creo que algo parecido debió de ser lo que le sucedió al Imperio Romano en el siglo V de nuestra era. Empezaron con tales absurdeces que lo mejor que les pudo pasar fue que viniesen los bárbaros y se los cepillasen. Lo nuestro será mucho mejor ya que como no tenemos bárbaros, a nosotros nos dominará la encefalogramaplania proveniente del otro lado del Atlántico y esta parte del planeta acabará poblada por seres en estado vegetativo con la baba cayendo por la comisura de la boca y con cerebros inútiles. Como dijo en una ocasión el sin par José Luis Coll: "El cerebro humano es un órgano que por su tamaño, aspecto y funciones, se asemeja a una coliflor."

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